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La década en que el mundo vivió peligrosamente

Por Christian De Angelis Ilustrado por Gerard Sierra

Diez años de moda en España

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Por Christian De Angelis

La década en que el mundo vivió peligrosamente

De Barack Obama a Donald Trump; de General Motors a Facebook; del Windows 7 al Windows 10. Resulta difícil encontrar un patrón común en los cambios políticos, económicos y sociales en el periodo que va de 2009 a 2019, más allá de dos conceptos como son transformación e incertidumbre. A las puertas de la tercera década del siglo XXI el mundo avanza entre dos realidades contradictorias, pero no excluyentes: la economía global crece, pero las amenazas a este desarrollo resuenan con cada vez más fuerza. Populismo, conflicto y cierre de fronteras son palabras que se han instalado en el diccionario de la actualidad de 2019, en un momento en el que ha quedado lejos, al menos en Occidente, la convicción de que la economía y la sociedad tienden siempre a progresar.

 

Tras diez años de resaca de la crisis económica, el mundo busca un nuevo esquema. El 1 de enero de 2009 sólo habían pasado tres meses y medio de la quiebra del gigante financiero estadounidense Lehman Brothers, un acontecimiento que supuso la señal inequívoca de que la crisis financiera internacional tenía visos de convertirse en algo excepcional. El banco, que había sobrevivido al crack de 1929, fue el paradigma de lo que se había hecho mal en los años anteriores, con la creación de una burbuja financiera fundamentada en un sector inmobiliario que tenía los pies de barro.

 

El terremoto global originado en Wall Street se extendió a todo el mundo, de forma muy especial a Europa, y golpeó incluso a las economías emergentes. Y a pesar de tener un origen de carácter financiero, la crisis llegó también a la economía productiva. ¿El mayor ejemplo? La bancarrota de General Motors, la tercera mayor de la historia de Estados Unidos, en junio de 2009.

 

En el terreno político, el periodo comenzó con el ascenso al poder en Estados Unidos de Barack Obama, un presidente que encarnaba la modernidad y el progreso de las minorías en el país más poderoso del mundo. En su discurso y en sus acciones, Obama priorizó la “esperanza” frente al “miedo”. Del yes we can de Obama, el país ha pasado al America first de Donald Trump; de la promesa (incumplida) de cerrar la prisión de Guantánamo a la promesa (también incumplida, por ahora) de levantar un muro en la frontera con México. La decisión de Estados Unidos con la elección de Trump de cerrarse al mundo no ha sido, además, un hecho aislado en la última década, sino que se suma a fenómenos como el Brexit o el auge nacionalista en Europa, en ambos casos con una base fundamental en el rechazo a la inmigración.

Cronología 2009 - 2010

 

Antes, no obstante, la depresión iniciada en 2008 con la quiebra de Lehman Brothers había hecho tambalear los cimientos de la Unión Europea y en particular del euro. En mayo de 2010, la Unión Europea, liderada entonces por los conservadores Nicolas Sarkozy y Angela Merkel, puso en marcha un plan de rescate histórico de 750.000 millones de dólares para ayudar a los países de la zona euro. Grecia, Irlanda, Italia, Chipre y Portugal fueron algunas de las economías rescatadas por la Unión Europea, que impuso a cambio fuertes medidas de austeridad, especialmente sangrantes en una empobrecida Grecia. El país heleno fue la demostración palpable de una realidad casi increíble entonces: un estado puede entrar en bancarrota.

 

El momento cumbre de la crisis del euro se produjo en 2011, cuando la situación financiera de sus países hizo caer a Silvio Berlusconi en Italia y a Prokopis Pavlopoulos en Grecia. El escrito del entonces presidente italiano, Giorgio Napolitano, para anunciar la dimisión de Berlusconi en noviembre de ese año es sintomático de una era en la que la deuda pública y la prima de riesgo marcaron el ritmo político en Europa.

 

La inesperada victoria del Brexit abrió un proceso
con escasas certidumbres que ha
sumido al país en un caos político

 

“Ante la presión de los mercados financieros sobre la deuda pública italiana, que hoy ha marcado niveles alarmantes, en mi calidad de jefe del Estado tengo que declarar cuanto sigue”, comenzaba su comunicado. Estaba en juego la solvencia de varios estados de la Unión Europea, de muchos de sus bancos y, al final, del propio euro, que en 2011 tenía una valoración por los suelos y un futuro más incierto que nunca. Desde su creación en 1999, la eurozona enfrentaba su primera recesión.

 

Sin embargo, la gran crisis del proyecto europeo llegaría más tarde, en 2016, cuando el entonces primer ministro británico, David Cameron, decidió convocar un referéndum para decidir la continuidad de Reino Unido en la Unión Europea. La inesperada victoria del Brexit abrió un proceso con escasas certidumbres que ha sumido al país en un caos político sin precedentes y que aún hoy, tras las prórrogas acordadas entre Reino Unido y la Unión Europea para concluir las negociaciones, sigue todavía sin una resolución clara.

 

Por otro lado, los movimientos sociales, desde Occupy Wall Street a la Primavera Árabe, además del 15M en España, encontraron en este contexto un excelente caldo de cultivo para su desarrollo. Poco más tarde se demostraría que la situación fue también idónea para el auge de la extrema derecha en Europa y movimientos como el Tea Party en Estados Unidos. En Europa, estos movimientos han terminado con la hegemonía de socialdemócratas y conservadores en favor de nuevos partidos, movimientos y figuras que añaden más interrogantes sobre el nuevo orden político en el continente. Por ahora, Emmanuel Macron en Francia y Matteo Salvini en Italia son los dos primeros hombres fuertes de sus respectivos países que no proceden de los partidos tradicionales.

 

Junto a la Primavera Árabe, en las fronteras exteriores de la Unión Europea se han producido algunos de los grandes acontecimientos políticos de los últimos diez años, desde la guerra de Crimea (con la que Rusia redefinió su posición geoestratégica global) a la guerra en Siria o la lucha por el poder en Turquía, incluido un golpe de Estado contra su presidente, Recep Tayyip Erdogan.

 

Aunque la Unión Europea ha salido viva de la crisis financiera internacional y, según parece, sobrevivirá al Brexit, con la primera deserción de uno de los socios comunitarios, el club del Viejo Continente también ha mostrado sus carencias a lo largo de los últimos diez años, especialmente en política exterior y en la gestión de sus fronteras. Ejemplo de ello son, la desunión ante la crisis de los refugiados a raíz de la guerra de Siria o la falta de una posición común ante la guerra de Libia de 2011.

 

La inestabilidad política en el mundo árabe
se recrudeció en la última década con el surgimiento
del Estado Islámico

 

Occidente también cerró en estos diez años su intervención militar en Iraq y Afganistán, pero lejos de lograr la estabilidad deseada en las guerras iniciadas tras los atentados en Estados Unidos del 11 de septiembre de 2001. Muy al contrario, la inestabilidad política en el mundo árabe se recrudeció en la última década con el surgimiento del Estado Islámico, una nueva forma de terrorismo global.

 

Mientras, en Latinoamérica se sucedían cambios de alto calado en su panorama político. El fallecimiento de Fidel Castro y de Hugo Chávez o la firma del acuerdo de paz de Colombia con las Farc, la crisis económica y política en Brasil o los nubarrones que de nuevo se ciernen sobre Argentina son algunos de los hechos más significativos de la historia reciente de este territorio tan estratégico para la moda.

 

En el otro extremo del mundo, en China, Xi Jiping se ha convertido en la última década en el mandatario con más poder en el gigante asiático desde Mao. China redefine ahora su posición estratégica mundial a medida que se acerca al momento de mayor ruptura de la historia reciente del planeta, cuando en torno a 2030 supere a Estados Unidos como primera potencia mundial.

 

El ejercicio 2019 también pone fin a un periodo en el que la crisis de Fukushima marcó un antes y un después para la energía nuclear en el mundo o en el que se han reescrito las normas de la libertad de información a partir de nombres propios como WikiLeaks, Snowden, Cambridge Analytica o las fake news.

Evolución de la economía global

El Fondo Monetario Internacional (FMI) tituló en 2009 su informe anual La lucha contra la crisis mundial. El entonces director gerente del organismo, Dominique Strauss-Kahn, quien acabó defenestrado en 2011 por un escándalo sexual, señalaba en dicho informe que el mundo “está lidiando con la peor desaceleración económica desde la Gran Depresión” y afrontando “retos sobrecogedores”. “Una crisis -proseguía- que se originó en un segmento del mercado de la vivienda estadounidense y se propagó con rapidez al mundo entero, cercando sin distinción a las economías avanzadas, los mercados emergentes y los países de bajo ingreso”.

 

La economía global entró en recesión en 2009 con una caída del PIB mundial del 0,1%

 

La economía global entró en recesión en 2009 con una caída del PIB mundial del 0,1%. La “caída histórica del producto y del comercio mundial” se produjo después de que la contracción crediticia y el desmoronamiento de los precios de los activos trascendieran rápidamente, en palabras del FMI, los sistemas bancarios “hasta alcanzar a numerosos sectores y países, ampliadas por el desvanecimiento de la confianza de los consumidores y de las empresas”.

Evolución del PIB mundial entre 2009 y 2019

 

En la tormenta perfecta de 2009, el impacto llegó a prácticamente todos los países: en las economías desarrolladas, por supuesto, pero también en los mercados emergentes, donde “no tardaron en registrarse daños considerables a través de los canales financieros”. También sufrieron en 2009 las consecuencias más inmediatas de la crisis los países con una mayor dependencia exportadora ante un comercio mundial que se contrajo, en sólo un año, un 12%.

Cronología 2011 - 2012

 

En su informe sobre la marcha de la economía en 2010 (cuando el PIB global creció un 5,4%), el FMI apuntaba a “indicios de recuperación tras la gran recesión” en un entorno de fuerte volatilidad. “La recuperación marcha a distinta velocidad: en muchas economías avanzadas es anémica, y en otras regiones, más vigorosa”, señalaba el organismo.

 

Las economías emergentes, como Brasil, fueron algunas de las primeras en salir del atolladero de la crisis, con crecimientos del 7,5% en 2010, mientras que India y China apenas notaron el impacto de la recesión mundial. “Las economías de mercados emergentes y en desarrollo repuntaron con rapidez porque partieron de una situación más favorable: en muchos de estos países el sector financiero era saludable y las políticas fiscales eran prudentes, lo cual les permitió respaldar la actividad durante la desaceleración”, indicó entonces el FMI.

 

Pese a estos indicios de recuperación en 2010, a partir del año siguiente el crecimiento global volvió a ralentizarse, con un alza del 4,3%, para verse estancado en torno al 3,5% en los siete años siguientes. En 2010 y 2011, el desequilibrio en el crecimiento global era todavía la principal preocupación del FMI, que también apuntaba en su informe sobre el ejercicio 2011 su alerta por “el aumento drástico de la deuda pública”.

 

Las economías emergentes, como Brasil, fueron algunas de las primeras en salir del atolladero de la crisis

 

En 2012 la economía mundial dejó atrás toda esperanza de una rápida recuperación. En palabras de su entonces nueva directora gerente, Christine Lagarde, “muchas expectativas se vieron defraudadas, y hubo muchos casos en que se avanzaron dos pasos pero se retrocedió uno; en consecuencia, sigue faltando confianza, persisten las tensiones en los mercados financieros y la recuperación aún es endeble”. La actividad en Estados Unidos ya había empezado a cobrar fuerza y el crecimiento era “sólido” en la mayoría de las economías emergentes, pero “las dificultades recurrentes en la zona euro provocaron a veces elevados niveles de tensión y volatilidad en los mercados y no han dejado de ser una fuente clave de vulnerabilidad para la economía mundial”, apuntaba el FMI.

Evolución del comercio mundial entre 2009 y 2019

 

“El crecimiento mundial aún es demasiado débil y demasiado desigual, y las perspectivas se ven ensombrecidas por riesgos, antiguos y nuevos; son demasiados los países en los cuales las mejoras en los mercados financieros no han logrado traducirse en avances en la economía real, y en la vida de la gente”. Son las palabras con las que Lagarde abría el informe del FMI de 2013, un ejercicio en el que la economía global creció un 3,5%, igual que el año anterior.

 

En 2014, el FMI ya apuntaba a una recuperación “en marcha”, pero todavía “demasiado lenta y frágil”. “En la zona del euro, echaba raíces una recuperación modesta pero desigual: más fuerte en el núcleo de la zona, pero más débil en las economías con problemas, donde el alto nivel de deuda, el elevado desempleo y las restricciones crediticias frenaban el ímpetu”, reflexionaba entonces el organismo. De hecho, la Comisión Europea no dio por concluida la crisis en la eurozona hasta 2017, cuando aseguró que, “la unión económica y monetaria de Europa se ha transformado significativamente y la economía europea, y principalmente la economía de la zona euro, está de nuevo en forma”.

 

La caída de los precios del petróleo fue uno de los hechos más significativos en la economía mundial en 2015. Aquel año las llamadas economías avanzadas habían tirado del crecimiento, con un alza del PIB del 2,9% en Estados Unidos (cuatro décimas más que en el año anterior), del 2,1% en la zona euro (medio punto más) y del 1,4% en Japón (un punto más). En cambio, las economías emergentes redujeron en cuatro décimas su crecimiento, pasando del 4,7% el año anterior al 4,3%. La crisis de Brasil, que en 2015 entró en recesión con una caída del PIB del 3,5%, tasa que se mantuvo en 2016, y la de Rusia, cuyo PIB cayó un 2,5%, explicaron en buena medida esta contracción.

 

De nuevo, en 2016 la desaceleración de Estados Unidos, Japón y la zona euro frenaron el crecimiento global al 3,3%, mientras que crisis como las de Argentina, Venezuela o Ecuador quitaron impulso al conjunto de economías emergentes. En 2017, Lagarde dijo que, “tras varios años de crecimiento desalentador, la economía mundial empezó a cobrar ímpetu; los países avanzados y de mercados emergentes y algunos países en desarrollo de bajo ingreso recibieron el impulso de la aceleración cíclica”.

 

La caída de los precios del petróleo fue uno de los hechos más significativos en la economía mundial en 2015

 

En 2018, cuando la economía mundial volvió a crecer un 3,7%, el FMI insistió en las reformas estructurales que lleva propugnando en los últimos años. En octubre de dicho ejercicio, Lagarde dijo que “la expansión de la economía mundial observada durante el último año ha mantenido su impulso, cumpliendo la promesa de generar más empleo y mejorar el nivel de vida en la mayoría de nuestros países miembro”. Sin embargo, alertó de que “existen otras amenazas, como las planteadas por el riesgo de que se intensifiquen los conflictos comerciales, los niveles sin precedentes de deuda pública y privada, la volatilidad de los mercados financieros y la fragilidad geopolítica; ante estos retos, mi mensaje para los países miembro ha sido y sigue siendo el mismo: el momento para reparar el tejado es cuando brilla el sol”, incidió Lagarde.

 

Con los nubarrones de una nueva crisis económica a la vista, en su último análisis el FMI vuelve a situar en el 3,7% sus previsiones de crecimiento para 2019 y en el 3,6% sus perspectivas hasta 2023.

De Trichet a ‘Supermario’

Jean-Claude Trichet abandonó la presidencia del Banco Central Europeo (BCE) en octubre de 2011, después de haber impulsado desde octubre de 2008 varias rebajas en los tipos de interés. Su sucesor, el italiano Mario Draghi, heredó las riendas de la moneda común con unos tipos en el 1,50% y con unas perspectivas no positivas en el continente. Draghi, apodado Supermario, ha sido desde su nombramiento un contrapunto a las políticas de austeridad propugnadas por la Alemania de Merkel.

 

Así, además de continuar reduciendo los tipos de interés, que llegaron a un histórico 0% en marzo de 2016, Draghi impulsó desde 2014 políticas innovadoras ante la débil recuperación económica de Europa. Entre estas medidas está el programa de compra masiva de deuda que, desde 2014, ha supuesto la inyección de 2,6 billones de euros en la economía del continente.

 

En julio de 2012, Draghi pronunció las dos frases que marcarían su mandato en el BCE, cuando aseguró que haría “todo lo necesario” para preservar el euro y, la más importante, cuando apuntó “créanme, será suficiente”. Seis años después, con las aguas ya en calma y a las puertas del fin de su mandato al frente del Banco Central Europeo, Draghi anunció en 2018 un progresivo fin de esta política de estímulos. Pero poco después se desdijo. En marzo de 2019, el banquero italiano anunció un nuevo golpe de efecto: al contrario de lo que había anunciado anteriormente, el organismo retrasa la primera subida de tipos hasta finales de 2019, en lugar de finales de verano como estaba previsto, y prepara nuevas inyecciones de liquidez a largo plazo para que la banca canalice ese dinero a las familias y empresas en forma de préstamos.

 

Draghi impulsó desde 2014 políticas innovadoras ante la débil recuperación económica de Europa

 

Si en contra de la política de Draghi está la aversión alemana a la deuda, a favor ha estado durante los últimos años los términos controlados de la inflación en Europa. El Índice de Precios al Consumo (IPC) de la eurozona alcanzó máximos tras el estallido de la crisis en 2011, cuando se situó en el 3%, pero bajó de forma paulatina desde el arranque de 2012 hasta llegar incluso a tasas negativas durante algunos tramos de 2015 y 2016. En diciembre de 2018, la inflación se situó en la zona euro en el 1,9% (justo una décima por debajo del objetivo del Banco Central Europeo), para bajar hasta el 1,7% el pasado marzo.

 

Al otro lado del Atlántico, Ben Bernanke dio el relevo a Yanet Yellen en 2014 y esta, a su vez, pasó el testigo en febrero de 2018 a Jerome Powell. El primero, que se ganó el pseudónimo de Helicóptero Ben, no tardó en dejar los tipos de interés en el 0% a finales de 2008, desde el 4,25% con que comenzaron ese año.

 

La más pronta recuperación de la economía estadounidense llevó a Yellen, primero, y a Powell, después, a acelerar una progresiva subida de tipos a partir de 2015, hasta unos nada desdeñables niveles del 2,25% en el arranque de 2019.

 

En la política monetaria internacional, China y Rusia también han sido protagonistas, pero más bien por las devaluaciones de sus monedas nacionales. En el caso de Rusia, la devaluación del rublo en 2016 respondió a la caída en los precios del petróleo, que hizo que el país entrara en recesión en 2015 y 2016, mientras que China ha venido utilizando este instrumento para ganar competitividad en los últimos años.

 

El gigante asiático impulsó varias devaluaciones de la divisa en 2015 y 2016, provocando un cataclismo en las bolsas internacionales, y en 2018 se volvió a temer que China utilizara la moneda en su guerra comercial con Estados Unidos. En octubre, el gobernador del banco central de China, Yi Gang, dijo que el Gobierno continuará permitiendo que el mercado desempeñe un papel decisivo en el establecimiento de su tipo de cambio de divisa, absteniéndose de usarlo como un arma. “No participaremos en la devaluación competitiva y no usaremos el tipo de cambio como una herramienta para lidiar con las fricciones comerciales”, dijo Yi.

 

La crisis financiera que estalló con la quiebra de Lehman Brothers impulsó una creciente política pro-industrial

Más allá de las decisiones en política monetaria, la crisis financiera que estalló con la quiebra de Lehman Brothers en 2008 impulsó también una creciente política pro-industrial en Europa y otras partes el mundo. Y si no una política a favor de la industria, al menos un discurso claro en esta dirección. En la Unión Europea, el adalid de la reindustrialización fue el comisario Antonio Tajani, titular de Industria, Energía y Turismo de la Comisón Europea en 2012. Ese año apostó por “una industria europea más fuerte para el crecimiento y la realidad económica”.

 

“Hemos cometido errores en el pasado, centrándonos en las finanzas y en los servicios; hemos dejado de lado a la industria y a las empresas; hay que hacer justo lo contrario: las empresas y la industria deben ser prioritarias, y deben utilizarse las finanzas para ayudar a la economía real”, dijo entonces el comisario. La Unión Europea se propuso aumentar la aportación de la industria al crecimiento, desde el 15,6 % del PIB de la Unión en 2014, hasta el 20 % en 2020.

 

La política industrializadora, que hicieron suya varios países del continente, no ha promovido en el caso de la Unión Europea movimientos obstruccionistas al comercio mundial como sí ha ocurrido, en cambio, en Estados Unidos. En el caso del gigante norteamericano, el discurso de Donald Trump va precisamente encaminado a reducir el déficit comercial del país con el resto del mundo.

 

Para hacerlo, Trump ha elevado aranceles a los productos llegados a territorio estadounidense desde el extranjero, en una política en la que ha dejado fuera a la Organización Mundial del Comercio (OMC). De hecho, el presidente estadounidense amenazó con retirar al país de la entidad al sentir que el comportamiento de la misma trata “muy mal” a Estados Unidos. Una decisión de este calibre afectaría gravemente al sistema de comercio multilateral creado tras la Segunda Guerra Mundial y que el propio Estados Unidos ayudó a construir.

 

Los ataques de la política de Trump se han dirigido especialmente a China y ambos países han librado en los últimos años una especial guerra comercial, para la que todavía se busca un acuerdo. En marzo de 2018, el presidente estadounidense firmó un memorando para que se aplicaran aranceles de 50.000 millones de dólares a los productos chinos, en respuesta “a las prácticas comerciales desleales de China a lo largo de los años”.

 

Un mes después, China impuso aranceles a 128 productos estadounidenses y, posteriormente, impuestos adicionales a los aviones, automóviles o soja procedentes del país norteamericano, a lo que Trump contestó con nuevas amenazas. Las restricciones de Estados Unidos también han llegado al ámbito de la inversión y la tecnología, con el veto a las compras en el país norteamericano por parte de las chinas Huawei y ZTE o el bloqueo de Google a Huawei. En juego, la hegemonía tecnológica de la potencia norteamericana.

 

Los ataques de la política de Trump se han dirigido especialmente a China

 

La conflictividad entre los dos países tras décadas de progresiva globalización del comercio ha despertado los temores de varios organismos económicos multilaterales, desde el FMI a la OMC, y tiene como potenciales beneficiarios a economías como la europea o la japonesa, que han decidido estrechar sus lazos comerciales a través de un acuerdo de libre comercio.

 

Por otro lado, a pesar de sus críticas iniciales al tratado, Estados Unidos sí acabó firmando el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-Mec), sucesor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan).

De la Rusia de Putin a la Venezuela de Maduro

En el ámbito de las relaciones internacionales, Rusia también ha jugado un papel importante en la última década, especialmente con su intervención en la crisis de Crimea en 2014. Estallada tras el fin del Gobierno ucraniano de Víktor Yanukóvich, la crisis comenzó de la división en el país entre segmentos pro-europeos y pro-rusos de Ucrania. Tras el derrocamiento de Yanukóvich en febrero de 2014, el segmento pro-ruso promovió una serie de revueltas militares y protestas que derivaron en la intervención militar rusa, bajo el pretexto de proteger a los rusos habitantes en Crimea.

 

Los líderes de la República de Crimea, Serguéi Aksiónov y Vladímir Konstantínov, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, y el alcalde de Sebastopol, Anatoli Chali, firmaron un mes después el tratado de adhesión de dos nuevos territorios federales a Rusia. Estados Unidos y la Unión Europea reaccionaron aprobando sanciones económicas contra Rusia, que no han impedido no obstante que el país mantenga el control de los territorios anexionados.

 

El PIB de Estados Unidos y China, frente a frente

En paralelo, Vladimir Putin se aseguró en marzo de 2018 un nuevo mandato al frente de Rusia, al ganar las elecciones en el país con más del 70% de los votos. Mientras todavía sigue sobre la mesa la polémica sobre la intromisión rusa en las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos, el todopoderoso presidente ruso azuza con discursos propios de la guerra fría. La última de estas intervenciones se produjo el pasado enero, tras la retirada de Estados Unidos del acuerdo de desarme nuclear de misiles de alcance intermedio: Putin dijo que, si tras el abandono del tratado Washington coloca sus misiles en Europa, Rusia desplegará y apuntará con nuevos cohetes no sólo a la Unión Europea, sino también a EEUU.

 

Vladimir Putin se aseguró en marzo de 2018 un nuevo mandato al frente de Rusia

 

Más allá de la dialéctica, de clara vocación propagandística, Rusia ha actuado en los últimos años en varias ocasiones en contra de los intereses de Occidente. Un claro ejemplo es el apoyo ruso a Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, que tiene en Putin a uno de sus pocos aliados en el ámbito internacional.

 

Tal y como ha acabado reconociendo Putin, las sanciones han terminado impactando en la economía del país, altamente dependiente del petróleo, empeorando una ya negativa evolución en los últimos años. Tras arrancar la presente década con subidas del 4,5%, el 5,1% y el 3,7%, el PIB ruso fue ralentizándose en los años sucesivos, hasta que la brusca caída de los precios del petróleo en 2014 llevó al país a la recesión. En 2015, la economía del país decreció un 2,5%, para volver a caer un 0,2% en 2016.

En 2017, Rusia creció un 1,5% y en 2018 lo hizo otro 1,7%, pero, lejos de coger velocidad, las perspectivas de descenso de los precios del petróleo hacen presagiar un menor dinamismo. En enero, el FMI rebajó en 0,2 y 0,1 puntos las previsiones de crecimiento de Rusia para 2019 y 2020, hasta el 1,6% y el 1,7%, respectivamente.

 

Si Rusia ha sido un gigante en horas bajas durante la última década, con puntuales muestras de influencia en la geopolítica mundial, China se ha reivindicado en los últimos años como un actor cada vez más protagonista. El gigante asiático registró en 2010 su último crecimiento a doble dígito, con un alza del PIB del 10,6%, y rebajó paulatinamente sus magnitudes de desarrollo hasta 2016, cuando llegó a un mínimo del 6,7%.

Evolución del PIB de la Unión Europea

 

Este aterrizaje suave no ha impedido que China haya continuado durante los últimos años con importantes reformas económicas, aumentando el peso del consumo interno y apostando por un rápido desarrollo tecnológico. Aunque continúa siendo un país eminentemente productor y una economía basada en la exportación, el sector servicios ha continuado ganando peso en los últimos años. Al mismo tiempo, Xi Jinping ha insistido en la apertura a las inversiones extranjeras, eso sí, sin dejar atrás el control estatal sobre la economía del país.

 

China ha continuado durante los últimos años con importantes reformas económicas

  

Con amenazas como el envejecimiento de la población (China concluyó con la política del hijo único en 2015) o el aumento de la deuda, el actual mandatario chino ha reforzado incluso el papel hegemónico del Partido Comunista en el país. “Debemos reforzar de forma inquebrantable el desarrollo de la economía estatal mientras alentamos, apoyamos y guiamos el desarrollo del sector privado”, dijo a finales de 2018.

 

Cronología 2013 - 2014

El nuevo rol geoestratégico de China también se ha apreciado en el exterior, espacialmente a través de sus inversiones en África, Latinoamérica o el Sudeste Asiático y, en particular, con el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda, una amplia red de infraestructuras financiadas por el país que tiene como objetivo incrementar la conectividad entre Asia, Europa y África.

Latinoamérica

En Latinoamérica, la crisis financiera internacional tuvo unas consecuencias menos duraderas que en la Unión Europea o en Estados Unidos, si bien la región ha tenido claroscuros en el ámbito económico desde 2009.

 

La mayor economía de la región, Brasil, estuvo dominada hasta 2011 por el Partido de los Trabajadores, capitaneado por su fundador, Luiz Inácio Lula da Silvia y su sucesora, Dilma Rousseff. Defenestrados por los escándalos de corrupción (Da Silva se encuentra actualmente en prisión), durante su mandato Brasil albergó las dos competiciones deportivas más importantes del mundo: los Juegos Olímpicos y el Mundial de Fútbol.

 

Ambos acontecimientos, el Mundial de 2014 y los Juegos de Río de Janeiro en 2016, generaron una importante burbuja inmobiliaria en el país, acompañada de una situación de “calamidad económica” en el estado de Río. Sin embargo, en 2017 Brasil volvió a la senda del crecimiento con un alza del 1% del PIB y unas previsiones por parte del FMI de que el país cierre 2018 con un alza del 1,4% y 2019 con un crecimiento del 2,4%.

 

El Mundial de 2014 y los Juegos de Río de Janeiro en 2016 generaron una importante burbuja inmobiliaria en Brasil

 

La recuperación de la economía no impidió que los escándalos de corrupción y los problemas judiciales de los dirigentes del Partido de los Trabajadores los invalidaran en las elecciones de 2018, en las que se impuso el ultraderechista Jair Bolsonaro. El nuevo presidente brasileño capitalizó el descontento de la población con un discurso nacionalista y conservador, la defensa de la dictadura militar de 1964 o las críticas a la izquierda.

 

La situación es mucho más incierta en Venezuela. El fallecimiento en 2013 de Hugo Chavez, en el poder en el país desde 1999, impulsó al mando del país a Nicolás Maduro, que se enfrenta desde 2014 a una fuerte crisis económica. En 2018, Venezuela cerró su tercer año consecutivo con caídas del PIB a doble dígito, que se suma a otros problemas estructurales como la hiperinflación. En enero de 2019, el opositor Juan Guaidó anunció que asumiría las responsabilidades del artículo 233 de la Constitución Venezolana para convocar elecciones, lo que le habría convertido en el presidente interino del país. Guaidó fue rápidamente reconocido por parte de Estados Unidos y el Parlamento europeo, mientras que países como China, Rusia, Irán, Turquía o Bolivia siguen reconociendo a Nicolás Maduro como presidente legítimo.

 

En mayo, Juan Guaidó emitió un vídeo en el que aparecía junto al líder opositor, Leopoldo López, que acababa de ser liberado, haciendo un llamamiento al levantamiento militar contra Maduro. Sin embargo, la operación fracasó y, unas semanas después, Maduro propuso adelantar las elecciones legislativas, previstas para 2020, para poner fin a la crisis política.

 

Mientras el relevo en el poder de Venezuela ha terminado generando una fuerte reacción de la comunidad internacional, en Cuba no ha sucedido tal cosa. Ni el fallecimiento de Fidel Castro en 2016 ni la salida del poder de Raúl Castro en 2018 han generado grandes disrupciones en el país comunista ni en sus relaciones con el exterior. El país está liderado ahora por Miguel Díaz-Candel, que ha impulsado como una de las primeras medidas una nueva constitución para el país caribeño.

 

En 2018, Venezuela cerró su tercer año consecutivo con caídas del PIB a doble dígito

 

La nueva carta magna de Cuba ratifica el carácter “irrevocable” del socialismo como sistema social en la isla, pero abre su economía al mercado, la propiedad privada y la inversión extranjera, siempre bajo control del Estado.

 

Colombia, por su parte, ha vivido unos años de esplendor desde el punto de vista político y económico a pesar de la alternancia en el poder. Tras crecer un 1,2% en 2009, la economía colombiana se ha mantenido en positivo hasta hoy, con incrementos del PIB que llegaron a ritmos del 7,4% en 2011 o al 4,7% en 2014. Pese a los últimos signos de ralentización (en 2017 creció sólo un 1,8%), el FMI prevé que la economía colombiana recupere velocidad, con un alza del 2,8% en 2018 y del 3,6% en 2019.

 

En 2009 se encontraba al frente del país Álvaro Uribe, que ocupaba la presidencia desde 2002. El relevo lo tomó Juan Manuel Santos, de corte liberal, cuyo mandato hasta 2018 estuvo marcado por los acuerdos de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) tras cincuenta años de conflicto armado. Tras la salida del poder de Santos volvió al gobierno el Partido Centro Democrático en la figura de Iván Duque, cercano a Uribe, quien mantiene una alta influencia en la política del país.

 

Por su parte, México ha tenido también un comportamiento positivo durante los últimos años, con crecimientos continuados que fueron del 5,1% en 2010 al 1,4% en 2013 (el más bajo de la década), y de en torno al 2% en los últimos dos años. El país, que en 2018 pasó el testigo al progresista Andrés Manuel López Obrador, estaba gobernado en 2009 por Felipe Calderón, quien centró su mandato en una sangrienta guerra contra el narcotráfico en el país.

 

Trump y Bolsonaro encarnan el nuevo populismo americano de derechas

 

Calderón dio el relevo a Enrique Peña Nieto, miembro del otrora todopoderoso Partido Revolucionario Institucional (PRI), que inició su mandato con una gran ambición reformista, pero que sólo dejó como principal legado la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá.

De EEUU a Brasil

Trump y Bolsonaro encarnan el nuevo populismo americano de derechas y mandatarios como Maduro, el de izquierda. La oleada populista no ha llegado todavía a los edificios presidenciales de Europa (con el permiso de Italia y Hungría), pero sí ha introducido en los parlamento nacionales y regionales a nuevos partidos alejados de los tradicionales y, habitualmente, situados en los extremos del arco parlamentario.

 

La francesa Marine Le Pen es la veterana en el discurso ultra en Europa, pero en los últimos años no ha dejado de sumar aliados en otros países vecinos. Amanecer Dorado en Grecia, la Lega Nord en Italia, Demócratas de Suecia en el país escandinavo, el Partido Liberal de Heinz-Christian Strache en Austria... los movimientos antisistema, anti-inmigración y anti-Unión Europea ganan relevancia en el viejo continente. Frente a ellos se evidencia la debilidad del bipartidismo tradicional, imperante en casi todos los países, que mantiene sin embargo su fuerza en la poderosa Alemania, con Ángela Merkel y su sucesora, Annegret Kramp-Karrenbauer, al mando de la gran coalición.

Cronología 2015 - 2016

 

Por el momento, el centro derecha mantiene el poder en países como Bélgica, Chipre, Croacia, Dinamarca, Finlandia, Irlanda, Letonia, Holanda o Reino Unido, mientras la derecha se impone en Austria, Bulgaria, Hungría y Polonia. Los partidos de centro ostentan el poder en 2019 en Eslovaquia, Estonia, Francia, Lituania, Luxemburgo y Rumanía, mientras que el centro izquierda y la izquierda controlan los gobiernos de Eslovenia, España, Grecia, Malta, Portugal, República Checa y Suecia.

Década de cambios en el poder

Nuevos temores

Los últimos diez años también han dejado un reguero de terrorismo en Europa, que ha golpeado especialmente a Francia, pero también a otros países como Bélgica, Alemania o incluso España. Mientras en Iraq, Afganistán o Nigeria los actos de terrorismo han dejado miles de muertos en los últimos años, la ciudad más golpeada del último decenio ha sido París, con 137 personas fallecidas en los atentados de 2015.

 

Los últimos diez años también han dejado un reguero de terrorismo en Europa

  

El nombre Fukushima también se ha instalado en el imaginario global en la última década al protagonizar en 2011 el segundo accidente nuclear más grave de la historia. El terremoto y posterior tsunami que azotó Japón en marzo de ese año provocó una serie de accidentes que derivaron en la fusión del núcleo de tres de los reactores de Fukushima; el primer ministro de Japón, Naoto Kan, calificó la situación de “muy grave”, y países como Alemania llegaron a replantear su política en torno a la energía nuclear. La amenaza y el miedo nuclear volvían a escena veinticinco años después de Chernóbil.

Cronología 2017 - 2018

 

Nombres como WikiLeaks, Edward Snowden o Cambridge Analytica también se han instalado en el vocabulario global en la última década. Los tres están vinculados con las formas en las que las nuevas tecnologías permiten filtrar información secreta, espiar a la población de forma masiva o influir en los procesos electorales. Indicios de nuevas amenazas globales que, para algunos analistas, estarán en el centro de la lucha por las libertades del siglo XXI.