Diez años de moda
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La década que terminó con el diseñador estrella

Por Carmen Juárez

Diez años de moda en España

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Por Carmen Juárez

La década que terminó con el diseñador estrella

Termina el carrusel y los flashes se disparan. No buscan el último modelo de la colección, sino a él: Jacobs, Galliano, Ford o Lagerfeld, el gran diseñador estrella. Estos creativos fueron los protagonistas de una década en la que el diseñador llegó a ser, a menudo, más importante que la propia firma. Ellos eran dueños y señores de la marca, personajes en sí mismos y garantía de éxito para las mayores compañías de lujo del mundo. Hasta que dejaron de serlo. Con la crisis, el diseñador que había encumbrado los resultados de una firma fue también atribuido de su fracaso cuando las ventas comenzaron a caer. El baile de sillas se aceleró en un sector que comenzó a transformarse a gran velocidad y, con él, terminó el reinado de los diseñadores estrella.

 

El pasado febrero, la moda se despidió de su último diseñador estrella. La muerte de Karl Lagerfeld, que falleció a los 85 años tras más de 35 al frente de Chanel, supuso también el fin de una era, en la que el diseñador llegó a brillar más que sus propias creaciones. Los frenéticos ritmos de la moda (que nadie soportaba como Lagerfeld), sumado a unos resultados no tan boyantes como antaño y la dependencia de las marcas a personajes a menudo políticamente incorrectos, han terminado por arrinconar el concepto del diseñador estrella para volver a creativos de perfil bajo, cuyos relevos no son tan dañinos para las marcas. 

 

Phoebe Philo
Lagerfeld fue el último de una saga que había tenido en John Galliano uno de sus máximos exponentes. El ex director creativo de Dior, que había logrado resucitar una de las puntas de lanza del conglomerado LVMH a golpe de teatralidad y extravagancia, fue despedido de la firma en 2010 después de ser filmado pronunciando unas declaraciones antisemitas en un café de París. Tras un interim con la mano derecha de Galliano, Bill Gaytten, al frente, Dior dio un golpe de timón con el fichaje de un creativo en las antípodas de Galliano: el discreto, tímido y minimalista diseñador belga Raf Simons, que venía de liderar Jill Sander. 

 

 

Christopher Bailey
Simons logró buenos resultados en Dior, pero abandonó la casa sólo tres años después ahogado, según él mismo afirmó, por un ritmo frenético y una presión que comenzaba también a estrechar el cerco a otros diseñadores de las grandes casas de lujo. Para relevarlo, Dior confió, por primera vez en su historia, en una mujer, Maria Grazia Chiuri, quien venía de cosechar éxitos en Valentino junto a Pier Paolo Piccioli. De nuevo, una desconocida para el gran público. 

 

 

Maria Grazia Chiuri
Galliano, por su parte, regresó al sector también de manera discreta, como director creativo de Maison Martin Margiela, probablemente la única firma del sector de cuyo fundador y ex director creativo apenas existe un puñado de fotografías. En cuanto a Raf Simons, fue fichado por Calvin Klein, aunque ambos terminaron rompiendo dos años después. 

 

 

John Galliano
En su época en Dior, Galliano tenía al otro lado del ring a un contrincante. Si él era la estrella de LVMH, en Kering (entonces PPR) brillaba más que nadie Tom Ford que, junto con Domenico di Sole, estaba llevando Gucci a cotas inéditas en su historia con el porn chic por bandera.

 

 

Simons logró buenos resultados en Dior, pero abandonó la casa sólo tres años después ahogado por un ritmo frenético 

 

Josep Font
Ford decidió poner en marcha su propia marca tras abandonar Gucci (en la que llegó a protagonizar él mismo las campañas publicitarias) y fue relevado por Frida Giannini. La discreta creativa reemplazó el porn por el boho y estuvo al frente de Gucci hasta 2014 cuando llegó, de nuevo, otro golpe de timón.

 

 

Albert Elbaz
Kering confió las riendas de su marca estrella a Alessandro Michele, quien había trabajado mano a mano con Giannini y que era entonces desconocido para el gran público. En Gucci, Michele ha obrado de nuevo el milagro, remontando las ventas y acercando la marca a un público millennial. 

Frenética transformación

Gucci y Dior son sólo los dos ejemplos más explícitos de una tendencia que llega a todo el negocio del lujo. Pocos diseñadores sobreviven ya décadas al frente de una misma marca. ¿El motivo? Por un lado, los ritmos acelerados del sector, que ha pasado de trabajar con dos colecciones al año a realizar numerosas cápsulas y precolecciones para adaptarse a los tiempos que marcan el fast fashion e Internet; por otro, la presión de la cuenta de resultados, en aumento desde que las grandes firmas del sector comenzaron a concentrarse bajo el paraguas de los grandes conglomerados.

 

Tom Ford
Igual que con Gucci, Kering también se apoyó en el relevo de diseñadores para revitalizar Yves Saint Laurent con el fichaje en 2012 de Hedi Slimane, quien había liderado ya la dirección creativa de la marca precisamente hasta que pasó a manos del conglomerado (entonces Gruppo Gucci). Slimane dio un vuelco a la firma, eliminando el Yves del nombre e imponiendo el reinado de los pitillos y estética grunge que le habían hecho famoso en Dior Homme y por los que, aseguró en su día, decidió adelgazar Karl Lagerfeld. Slimane salió de Saint Laurent cuatro años después para fichar por Céline, donde relevó a Phoebe Philo, artífice del relanzamiento de la compañía. 

 

 

Hedi Slimane
De las pocas grandes marcas que han logrado escapar a esta sucesión de fichajes es Louis Vuitton que, tras la salida de Marc Jacobs en 2015, optó también por un diseñador de perfil bajo, aunque aclamado en el sector por su trabajo en Balenciaga, Nicolas Ghesquière, quien se mantiene al frente de la firma.

 


Igual que con Gucci, Kering también se apoyó en el relevo de diseñadores para revitalizar Yves Saint Laurent 


En Balenciaga, Ghesquière fue relevado por otro creativo inesperado y poco conocido por el gran público: el georgiano Demna Gvasalia, uno de los fundadores de la firma de culto Vetements, predicador del feísmo y la conexión de la moda con la vida cotidiana. Atrás queda el mundo de ensoñación y glamour que predicaron Galliano o Ford: “A veces oigo que ciertos diseñadores de generaciones anteriores afirman: Ah, la moda debe conseguir que las mujeres sueñen -aseguró en una entrevista a Vanity Fair en 2016-; creo que es una idea obsoleta; la moda no debería hacerte soñar, basta con que la vistamos”. 


Otro histórico que abandonó la primera línea en la última década fue Alber Elbaz, que había resucitado Lanvin y dejó la firma en 2015 tras catorce años como director artístico. Desde entonces, la marca continúa luchando por revivir aquella era dorada, hoy bajo las riendas del grupo chino Fosun. 


Otro de los grandes relevos de los últimos diez años lo protagonizó Burberry. La compañía comenzó la década con Angela Ahrendts en la dirección general y Christopher Bailey en la creativa. El tándem llevó al siguiente nivel la transformación emprendida en la década anterior con Rose Marie Bravo como consejera delegada: Burberry disparó su facturación y se convirtió en una pionera en la digitalización del sector. Ahrendts abandonó el grupo en 2014 para fichar por Apple como directora de retail, y Bailey asumió entonces la dirección general.


Sin embargo, con el fin del binomio terminaron también los éxitos de Burberry, que apenas dos años después decidió dar un nuevo giro con la incorporación del italiano Marco Gobbetti, con una trayectoria en las antípodas de las de Bravo y Ahrendts. El ejecutivo tenía en su haber sus éxitos al frente de Givenchy y, sobre todo, Céline, que convirtió en el gran fenómeno de la década de la mano de Phoebe Philo. Bailey terminaría saliendo también de la dirección creativa, que ahora recae en Riccardo Tisci.


Otra compañía que ha dicho adiós a su director creativo en los últimos años ha sido Roberto Cavalli


Loewe también ha sufrido el baile de diseñadores que ha sacudido al negocio de la moda en la última década. En 2013, después de cuatro años al frente del diseño de la marca, Stuart Vevers dijo adiós para pasar a dirigir el diseño de Coach. En su lugar, Loewe fichó a Jonathan W. Anderson, quien ya contaba con su propia firma nacida en el seno de LVMH, y que dio un cambio de imagen a la compañía. 


Otra compañía que ha dicho adiós a su director creativo en los últimos años ha sido Roberto Cavalli, quien tras un año con el noruego Peter Dundas al frente del departamento de diseño, comunicó tras la semana de la moda de Milán de 2016 que dejaba la empresa. Peter Surridge, procedente de Acne Studios, asumió la dirección creativa de la firma en 2017. Lacoste también ha sido otra de las marcas que han modificado su dirección creativa en los últimos años. En 2018, tras ocho años al frente del diseño de la marca, Felipe Oliveira Baptista decía adiós. En su lugar, Louise Trotter se incorporó al frente del equipo creativo de la marca. 


El récord de salidas exprés es para Brioni, propiedad también de Kering, quien tras la salida de Brendan Mullane en 2016 fichó al director de compras de la plataforma online MyTheresa, Justin O’Shea, como director creativo. O’Shea estuvo apenas siete meses en el cargo y fue relevado por Nina-Maria Nietsche quien, a su vez, permaneció un año en la posición y fue relevada por Norbert Stumpfl. 


España también ha vivido su particular baile de directivos en la última década. Cuando, en 2011, el grupo Perfumes y Diseño se hizo con la marca Jesús del Pozo, confió la dirección creativa a Josep Font quien, junto con Ainhoa García, emprendió un reposicionamiento de la marca. La firma adoptó el nombre Delpozo y emprendió una expansión internacional que le llevó a desfilar en Nueva York, primero, y en Londres, en los últimos años. Font abandonó la empresa en 2018 y fue relevado por el diseñador alemán Lutz Huelle, con el que Delpozo abrió una nueva etapa. Pronovias, por su parte, confió en 2015 la dirección creativa a Hervé Moreau, quien relevó en el cargo a Manuel Mota, fallecido en 2013.