Diez años de moda
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Nextil: de los juzgados a levantar un hólding textil
Diez años de moda en España
La textil Dogi ha pasado de rozar la liquidación a ser la primera pieza de un conglomerado industrial levantado por un fondo de capital riesgo. Sherpa Capital la rescató y trazó un plan de negocio para llevarla a los 200 millones convertida en Nextil.
Dogi ha pasado a ser el chicharro del parqué a la piedra angular del primer hólding textil en España que ha levantado un grupo inversor. Hace diez años, la compañía textil, especializada en fabricación de tejido elástico para íntimo y baño, estaba al borde del abismo negociando con los acreedores su salida de los juzgados. En la actualidad, la empresa vuelve a estar en el terreno de juego tras ser rescatada al borde de la liquidación en 2014 el fondo Sherpa Capital, que vio la oportunidad de construir a su alrededor un grupo industrial textil para sacar punta a la proximidad.
Fundada en 1954 por Josep Domènech, Dogi llegó a ser uno de los mayores grupos del textil en España. La compañía había llevado a cabo un crecimiento sostenido durante sus primeras décadas, pero optó por acelerar su desarrollo a finales de los noventa al calor de la deslocalización. Mientras en España se sucedían los planes de reconversión para la industria textil y las empresas del sector cerraban una tras otra, Dogi encaraba un ambicioso plan de globalización financiándose en el parqué.
A golpe de adquisiciones y ampliaciones de capital, la empresa llegó a contar con fábricas en Estados Unidos, Alemania, Filipinas, Sri Lanka, Tailandia y China, además de en España, donde vendió sus antiguas instalaciones, que habían quedado absorbidas por el núcleo urbano de la localidad costera de El Masnou (Barcelona) y construyó una nave de grandes dimensiones a las afueras del municipio. Pero el capital para financiar todo este crecimiento fue agotándose, la deuda fue incrementándose y las ventas no avanzaban al ritmo esperado. La llegada de la crisis dio la estocada definitiva a este gigante con pies de barro.
Al borde del cierre y rescate ‘in extremis’
Hace diez años, Dogi estaba en caída libre. Entre 2008 y 2009, la compañía llegó a recortar 800 puestos de trabajo al ejecutar varios expedientes de regulación de empleo (ERE) tras cerrar la fábrica que tenía entonces en Filipinas y reestructurar las factorías de Estados Unidos y de Alemania. La empresa entró en los juzgados en mayo de 2009 con un pasivo de 45,3 millones de euros y unas pérdidas de 59,2 millones de euros.
Dogi salió del concurso un año después ayudada por la concesión de un préstamo de 8,5 millones de euros del Institut Català de Finances (ICF), que garantizaba su viabilidad para los próximos 18 meses y con la previsión de dejar atrás los números rojos en 2010. Para reducir la deuda, el grupo desinvirtió en el extranjero con la venta de sus activos en Asia, llevó a concurso su filial alemana y ejecutó más recortes de plantilla en España.
La empresa llegó a contar con fábricas en Estados Unidos, Alemania, Filipinas, Sri Lanka, Tailandia y China
El proceso de adelgazamiento fue rápido. Los primeros activos de los que se deshizo la empresa fueron las factorías de Filipinas, Sri Lanka y Tailandia. Poco después, el Gobierno de la región de Nanjing expropió la fábrica de Dogi en China por la recalificación de los terrenos en los que se había levantado. Por aquella expropiación, la compañía catalana recibió 11,5 millones de euros. En paralelo, los ex directivos de Penn Elastic, la filial del grupo en Alemania, se hicieron con la empresa durante el proceso concursal.
A pesar de todos los esfuerzos, en 2012, Dogi volvió a estar de nuevo al borde del abismo y a un paso de la liquidación ante la imposibilidad de cumplir con el calendario de pagos acordado en el convenio de acreedores. La empresa salió entonces al mercado en busca de un socio industrial. Un año después, el fondo de capital riesgo Sherpa Capital, especializado en la compra de empresas en reestructuración, empezó a negociar su adquisición, que terminó sellando en junio de 2014.
La negociación fue compleja e implicó una reducción de la deuda al 80%, el apoyo de la Generalitat de Catalunya, la salida de la familia fundadora y una nueva reestructuración de la plantilla. Avançsa, la sociedad que agrupa las participaciones industriales de la Administración catalana, terminó dando el visto bueno a la concesión de un crédito participativo a la compañía textil, a la vez que los representantes de la familia Domènech que permanecían en el consejo de administración y ocupando puestos de responsabilidad en la empresa fueron saliendo del grupo. Un nuevo ERE en la planta de El Masnou dejó la plantilla en 153 trabajadores. Entre 2009 y 2013, la factoría española había reducido sus puestos de trabajo a la mitad.
Finalmente, Sherpa Capital compró Dogi por 3,8 millones de euros y logró la inyección de hasta 2,25 millones de euros por parte del Gobierno catalán y amplió aún más las quitas de la deuda. El nuevo inversor logró reducir el pasivo a una sexta parte, pasando de 28,6 millones de euros a 5,2 millones de euros.
Sherpa Capital compró Dogi por 3,8 millones de euros
El grupo inversor diseñó desde el inicio un plan para construir un hólding textil verticalizado a partir de las factorías de El Masnou (Barcelona) y Greensborough (Estados Unidos), las únicas que conservaba la empresa textil. Desde el momento de cerrar la operación, Sherpa Capital marcó una hoja de ruta para llegar en seis años a levantar un conglomerado industrial de 220 millones de euros a partir de un crecimiento orgánico pero también inorgánico, a base de adquisiciones. Para encarar esta estrategia, el nuevo propietario de la empresa devolvió a Dogi al parqué, que había abandonado en 2009 en el marco del proceso concursal.
Contador a cero para edificar un hólding textil
Sherpa Capital se dio un año de transición para asentar las bases del crecimiento de Dogi, aunque al final este proceso se alargó hasta dos ejercicios. La llegada del nuevo propietario supuso una sacudida a toda la estructura de la empresa. Lo primero que hizo el inversor fue profesionalizar la gestión, creando la figura del consejero delegado y un cargo específico para la dirección de la planta de El Masnou.
Al frente de la empresa, el nuevo propietario colocó a Alfredo Bru, cofundador de Sherpa Capital, mientras que cedió la dirección general de la fábrica española a Monsterrat Figueras, ex ejecutiva de Nylstar (hoy fuera del grupo). En paralelo, el nuevo dueño de la textil fue trabajando para reestablecer el equilibrio patrimonial de la empresa e impulsar su actividad reforzando las operaciones en los segmentos de mercado tradicionales, pero también entrando en nuevas áreas con el desarrollo de nuevos productos.
La entrada de Sherpa en Dogi se escenificó también con la formación de un nuevo consejo de administración, del que salió el hasta entonces presidente de la compañía, Josep Domènech. Su hijo, Sergi Domènech, permaneció durante un tiempo en el nuevo consejo como representante de la familia fundadora, aunque poco después también salió. Por otro lado, Sherpa recuperó a un histórico de la compañía, Richard Rechter, socio de la consultora Jethro Managment Consulting, como miembro del consejo de administración. Rechter estuvo al frente de la empresa entre 1993 y 1998 y fue el responsable de sacar a Dogi a bolsa.
Tras dos años de reestructuración, Dogi inició su nueva andadura de la mano de Sherpa Capital en 2016. Este fue el año en que empezó a materializarse el plan del nuevo propietario de la textil. La primera empresa que el grupo inversor compró fue Géneros de Punto Treiss, un interproveedor de Inditex con sede en Mataró (Barcelona) por el que Dogi pagó siete millones de euros. La compañía, especializada en el diseño de ropa y la gestión del proceso logístico y de producción, fue la segunda pieza que Sherpa Capital añadió a su puzzle industrial.
Sherpa Capital encaró en 2018 un periodo de consolidación
La segunda compraventa se cerró a principios de 2017 con la suma del fabricante de tejidos Qualitat Tèctica Textil (QTT) por 2,42 millones. QTT está especializada en el diseño y la producción de tejidos para moda femenina e infantil. En 2017, Dogi concluyó otras dos operaciones más: Busmartex, otro interproveedor que adquirió por 180.000 euros, y Ritex 2002, otro fabricante de tejido elástico por tres millones.
Una vez ejecutada toda esta primera oleada de adquisiciones, Sherpa Capital encaró en 2018 un periodo de consolidación, reordenando su estructura para dar sentido a su nueva cartera. El cambio más significativo fue dar un nuevo nombre al grupo: Nueva Expresión Textil (Nextil). Con este paso, Dogi pasaba a ocupar su lugar en el conglomerado como una empresa más, situándose en el mismo rango que el resto de las adquisiciones que Sherpa Capital había ido realizando en los últimos meses.
A lo largo de 2017 y 2018, había ido tomando forma un nuevo grupo industrial, con varias divisiones coordinadas entre sí y con una plantilla conjunta compuesta por un total de 300 trabajadores. Nextil situó de manera definitiva sus oficinas centrales en El Masnou con miras a generar un ahorro anual de 4,4 millones de euros.
73,4 Nextil cerró 2018 con una cifra de negocio de 73,4 millones de euros, el doble de lo que facturó en 2014, cuando Dogi cambió de manos. El resultado neto, no obstante, ha pasado de 14 millones de euros a pérdidas de 9 millones de euros.
Una vez definida la estructura, y ya bajo la marca Nextil, el grupo continuó avanzando en su plan de crecimiento a golpe de talonario. En 2018, la empresa compró Anna Llop, especializada en el diseño y la fabricación de tejidos elásticos y complementos para prendas de baño, y se hizo también con la portuguesa Sociedade de Investimentos Comerciais e Industriais (Sici), siendo esta la primera operación que el accionista de referencia del grupo cerraba fuera de España.
Esta última adquisición ascendió a ocho millones de euros, fue la de mayor valor ejecutada hasta entonces y la que introdujo a Nextil en el ámbito de la confección para marcas de lujo. En el arranque de 2019, la compañía mantuvo su línea estratégica con la suma del laboratorio Horizon Research Lab, con sede en el Parque Científico y Tecnológico de la Universidad de Girona, por el que pagó 300.000 euros por el 51% de su capital. Con esta operación, Nextil entró en el ámbito de la tintura sostenible.
En ruta para alcanzar la cota 200
El plan de negocio que Sherpa Capital puso sobre la mesa cuando tomó el control de Dogi en 2014 tenía como misión alcanzar una cifra de negocio de 200 millones de euros en 2014. La cota era ambiciosa, teniendo en cuenta que el grupo inversor acababa de hacerse con una empresa al borde de la liquidación, incapaz de cumplir con el convenio de acreedores y que había cerrado el ejercicio 2013 con pérdidas de 9,1 millones de euros y ventas de 40,5 millones de euros.
Las previsiones del inversor pasan por continuar afianzando la expansión de empresa
Ya bajo la batuta de Sherpa Capital, la textil cerró 2014 con un beneficio neto histórico, de 14,5 millones de euros, fruto de la recapitalización del grupo a raíz de la entrada de los nuevos inversores y la inyección de capital del Gobierno catalán. No obstante, a partir de 2015 la empresa regresó a los números rojos como consecuencia de las reestructuraciones que el nuevo socio mayoritario emprendió en las dos factorías.
Después de una tregua en 2016, cuando el resultado neto se situó en 200.000 euros, las pérdidas volvieron a acechar al grupo por la agresiva política de adquisiciones. En 2018, la empresa cerró con un beneficio neto negativo de 9,3 millones. No obstante, las compras y el levantamiento de un grupo textil empezó a visualizarse en el ejercicio 2017, cuando la cifra de negocio se disparó un 54,1%, hasta alcanzar 62,9 millones de euros. En 2018, la compañía volvió a catapultar su facturación, con una subida del 16,6%, hasta situarse en 73,4 millones.
A pesar de retrasarse la ejecución del plan de negocio, Sherpa Capital mantiene en firme el objetivo que se marcó en su plan de negocio. Las previsiones del inversor pasan por continuar afianzando la expansión de empresa a través del crecimiento orgánico e inorgánico. El socio mayoritario de Nextil sigue así rastreando el mercado en busca de oportunidades y sinergias para concluir la construcción del conglomerado.